La sala de espera

La pared detrás de la cual me siento
Se llama tiempo.
Los segundos alargados en las tablas de titanio,
Bordadas por dentro de hilo de uranio
Son invencibles.
Mato al muro con la mirada
Consumiendo el pulmón con humo
Y no digo nada.
Silencio.
Engraso, 
desesperadamente,
El mecanismo del reloj con mis lágrimas,
Para que las agujas se muevan más rápido.
Los ojos que lo ven ya dejaron de creer
En que el tiempo pasa.

A pecho abierto

Me quiero bañar en un mar de morfina,
chuclarla hasta no sentir las piernas
                              y ahogarme.

Quiero nadar en un lago de vodka,
que hasta las puntas de pelo
                      se emborrachen.

Quiero rogar a los dioses por una lluvia
                      de sedantes
mientras el sol en mi pecho sigue apagado.

sacudir las sábanas

me enseñaste a gritar en sueños
a relamer el limite estrecho de la cama
y caer en la nube de lo que somos pero nunca fuimos.
el agua salada inunda los zapatos
y no miro más bajo mis pies -
el verde no me dejará caer
y después preguntará que tal.
te estremeces en el olor canino
y paras
hasta que la baba se te caiga del dedo menique.
cato el humo con la palma de la mano
seca
fría.
el pretérito se me resiste.
despego antes de la primera gota
me escondo debajo de un trozo de queso
toco lo que ya no siento
mientras el respiro se detiene en mi clavícula.
costillas que no duelen
huesos que no están.
la lengua atada entre mis tobillos
camina en la dirección contraria,
a donde guíen las velas y las flores de plástico.
en otros tiempos me traducía besos
justo debajo de la oreja
cantando cada día y cada noche.
fuera.
expulso el sabor a otra ciudad desde debajo de mi uña.
echo la cerveza
cual cola
entre el pecho y lo que era antes
tu linea de vida.