trago el aire puro con ansias.
baja por mis tuberías oxidadas
para alimentar mi caída progresiva
hacia el infierno de la duda
irresistible.
se me hincha el estomago
de fuego indigerible
de llamas precarias
y se agrandan a diario
quemándome el alma poco a poco.
el calor se esconde en los ojos
desechando las capas de pupilas.
me raspa la garganta con su cáscara
ruda
un grito mudo y áspero
un aullido canino hacia el cielo
infinito.
¿qué hago respirando?
¿quién decide mi vida y mi muerte?
¿quién habita en mi mente?
¿por qué duele el pecho
y la ruina pesa en los hombros?
¿cómo vivo, si vivo?
pregunto.
espero.
me rindo.
y huyo.
del azul cristalino
del sol bondadoso
del negro sin fin de la noche
de las pretenciosas chispas de
planetas
de la luna madre que me mira
apenada.
será que el más allá está fuera de
cobertura.
respuestas inexistentes llueven en
mi cabeza
sin apagar las tripas.
la llama bulle
lame las orejas
me viste de ceniza
me quema sin arder.
el llanto fúnebre
del silencio intransigente
mata lentamente
descorteza la piel blanca
a sangre fría
y muero,
quemada pero sin arder
deseo desaparecer
de las listas de presentes.
suprimir mi huella en el pasado,
eliminar mis palabras
llevarme hasta mi sombra al no ser.
deseo borrar el nombre de mi ficha,
la cara de las memorias
y volverme transparente.
mezclarme con el aire
dejando tan solo mi fuego en tierra
y que lo queme todo.
que trepe por las calles
que destroce tiendas, bares y
viviendas
que arda en las palmas de otro
que le consuma por dentro
subiendo por sus venas
que le arranque los párpados
que sus ojos no se duerman nunca
que se meta en su cráneo
que apriete su cuello con mano dura
escurriendo un grito.
y que grite este otro.
tal como quiero gritar yo.
y que arda el fuego, ahora el suyo,
del otro
y que brille su llama, tentando los
límites de la realidad
y que lo ilumine todo.