Para, por y en nombre de El Burdel

la bendición de una conexión de cuatro puertos de usb cascados,
los e-mail enredados
y el círculo verde de conectado.
el refugio sostenible encima de los hombros ajenos
cobija
acoge
protege de los malos sueños.
la distancia, que no se guarda nunca, mide un paso
y lleva a otro mundo
que concede asilo sin visado,
abriga con palabras desconocidas, pero ofrece una traducción
de acuerdo con el palpitar de tu vena.
entre las líneas clavadas en el cuerpo de papel,
los sonidos no vocalizados,
las nucas que hablan,
las medio-miradas que gritan de reojo,
se desdibujan las fronteras de la cordura.
aquí,
en el no-lugar,
en el país no reconocido por nadie,
la cortina de humo es el cascabel de la entrada,
el estandarte de estas filas es el grito indio,
el nombre de este bar engaña,
pero invita a cualquiera.
este sitio ya no se alquila,
se ha colectivizado y no tiene padre.
los transeúntes se maravillan por el palacio de los mendigos,
piedra a piedra construido de las letras.
las incesantes, ininteligibles voces de cuentacuentos
se bañan en el eco de un cráneo indefenso,
pero no por ello inocente.
es la coordinación perfecta
del mar, estrellando contra las rocas;
de los pies y un erizo de mar;
el viento y el motor del coche
que va entre los campos de trigo que no pertenecen a nadie.
la coreografía de unas palmas
que nunca dan con el compás.
es el hilo rojo que traza la ciudad
sin piedad,
sin miedo de clavar la aguja en la carne;
es la radical bienvenida con la verdad que estalla cual granada.
la única ley no formulada de este irregular cuadrado
es vivir contusionados.
el código establecido por los impulsos de metáforas arrítmicas
descifra la anatomía de cada mente involuntariamente.
es decir, sin querer.
y, de repente,
de espontaneo,
se entrelazan las raíces,
los padres, de repente, se sorprenden
con la luz inesperada entre los trazos de un tatuaje.
la casa, de repente, rapta rehenes,
el sofá engulle espaldas,
el aire, de repente, vibra
del pin-pong de las ondas cerebrales.
y el sol caldea este inconcebible hasta ahora potaje.
el sudor corre como la victoria,
las quemaduras suben de grado,
los desmayos son más frecuentes.
pero
yo sé
que donde hay calor
hay vida.


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