Me subiré a tu tejado

Me atraen las alturas inalcanzables
de un volcán durmiendo.
Aspiro a subirme,
seguir con la mirada la frontera del horizonte.
Quiero mezclar mi aliento borracho con el aire puro,
o por lo menos destrozar mis pies en el salto tan alto.
Mi alma,
podrida y necia,
echa tinta por cada grieta.
Deseo saciarme
desangrándome en la cima,
vomitando ríos negros encima del estremecedor paisaje
y temblar ante el miedo de deshacerme en mil trozos de piel quemada.
Ansío esta caminata
con la patética ridiculez
de un anciano sin pantalones en la estación del bus.
Pero de mientras,
escondo mis hombros del sol
entre los muros de la ciudad ajena.
Segura
en sus fraudes de trueque
me corta un dedo por cada año
que paro entre sus límites dibujados con tiza en asfalto.
La piedra labrada siempre lo ofrece todo,
sin prometer nada.
La lava y la roca, impacientes, están en la lista de espera.
Mis pestañas llevan demasiado lastre
para este viaje.

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