Para ti

Soy plastilina.
Se me pisa la columna vertebral
se me estira agarrando por el cuello
y yo ya no soy yo.
El engranaje de mis huesos ya no existe
la carrera de mi sangre se acabó
salgo por la puerta que no tiene entrada.
La mano de fuerza suficiente para abrir la reja de mis costillas
transforma con una pirueta
lo que era, pero ya no soy.
De puntitas, levitando,
me tuerzo la lengua para no hablar la mía,
pliego los hombros escondiendo el pecho
me tapo la boca
y no respiro.
Desvisto
la carne
de mi muslo interior
y me arrodillo.
Me agachan la cabeza,
crujen mis dedos,
me crecen las garras,
levanto mis patas
y canto.
No.
Grito.
Maullo.
Ladro.
Lloro.
Doy todas las voces que tengo
mientras las vagas orejas perciben
mi alma en el fuerte sonido.
Los lóbulos distraídos palpitan,
aplauden
al desgarrador aullido
al puro exhibicionismo de mi ser falso y desconocido.
Recuerdas,
ligeramente,
las huellas parecidas, dejadas por dentro de tu cráneo.
Te relacionas.
Sufres.
Sientes.
Hueles
lo que palpo yo,
o lo que era yo hace milésimas de segundo.
Caes.
Gritas.
Vuelves.
Ves que mis dedos ahora son tuyos,
te tocas mis muñecas,
sientes tu piel bajo mis yemas,
miras desde dentro de mis pupilas,
sueltas mi lengua en la punta de la tuya,
lates por el impulso de mis venas
mientras te bañas en el derroche de mis palabras...
o de las tuyas?
Eres plastilina.
Se te recluta con una mirada
con un apretón de manos.
Surges a partir de un susurro rondando por la nuca.
Fluyes y cambias con la saliva de la boca que te habla.
Alcanzas sol, mar y montaña
de un empujón de tu grácil director.
Te derrumbas
sobre
mi
espalda.
Y entonces,
se levanta el telón.


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