De tanto hablar me duele la lengua. Mis labios se mueven con tanta velocidad que ni siquiera noto cerrar mi boca. Pero no sale ni un sonido de mi garganta. Como si mis palabras no pudieran mezclarse con el aire y ser oídas. Es como si lo que yo quiera decir no pudiera penetrar en la realidad, formar parte de ella. Como si no hubiera lugar para ello.
Las palabras se atascan en la punta de mi lengua y me lleno de impotencia e irritación: mis gritos no llegan a su destinatario. La frustración desgarra mis tripas. Mi cuerpo, inquieto por el deseo de comunicarse, trata de sustituir mi voz. El inútil intento de expresarme con los movimientos de mis manos no tiene éxito. Las palabras puestas en los gestos son ignoradas.
No me quiere oír. El destinatario se regocija mirando mi silencio.
El deseo, no, la necesidad de comunicar mi mensaje me impulsa a gritar, pero el sonido choca contra la pared de mi burbuja y se vuelve a mi estómago vibrando.
Las palabras no dichas me están matando.
Las palabras se atascan en la punta de mi lengua y me lleno de impotencia e irritación: mis gritos no llegan a su destinatario. La frustración desgarra mis tripas. Mi cuerpo, inquieto por el deseo de comunicarse, trata de sustituir mi voz. El inútil intento de expresarme con los movimientos de mis manos no tiene éxito. Las palabras puestas en los gestos son ignoradas.
No me quiere oír. El destinatario se regocija mirando mi silencio.
El deseo, no, la necesidad de comunicar mi mensaje me impulsa a gritar, pero el sonido choca contra la pared de mi burbuja y se vuelve a mi estómago vibrando.
Las palabras no dichas me están matando.
No comments:
Post a Comment